viernes, mayo 7

La traducción.
"...Infandum, regina, iubes renovare dolorem..." La vieja Eneida se abría siempre por la misma página. Julia leyó en voz alta los cuidados hexámetros; la mayoría estaban medidos con bolígrafo rojo. Paseó la yema del índice y, como en un rito, se lo acercó a la cara para recordar de cerca sus diecisiete años. El libro II de la editorial Gredos estaba más que manoseado y sólo olía a librería de viejo. La tarde explotó en un color violeta y en un azul intenso. Puso su mano en la boca del estómago y apretó: le dolía. Recordó a su profesor de griego "cuando decimos boca del estómago en realidad estamos diciendo boca de la boca porque no olviden ustedes que estómago deriva de la palabra griega stoma/stomatos y significa boca." Le dolía en la boca del estómago. Oh, reina, me mandas que remueva un dolor indecible..." Mientras traducía mecánicamente, los ojos de Julia juguetearon con el sello de su ex libris. Lo cogió y lo estampó en el reverso de la cubierta de la vieja Eneida: la silueta de una tortuga con una lagartija en el corazón (¿cómo será el corazón de una tortuga?) En letra gótica, Ex libris. Y justo debajo Caripia. Entonces se acordó de los libros que había comprado en la última feria. Los marcó con su tortuga cuando el reloj señalaba las diez de la noche y la mesa de despacho era ya un rodal de luz en medio de la sombra. La lámpara llenaba sus ojos y la pantalla del ordenador.
Capítulo séptimo.
Vaya...el tiempo corre y he dejado a Antoinette sentada en el banco de la estación, esperando...qué? a quién? Me he quedado estancada. Quizás no ha sido buena idea situarla allí. No sé... Demasiadas estaciones sin resolver tengo yo en la cabeza para acomodar a Antoinette en un banco de hierro frente al andén.
Jugueteó con el bolígrafo y con la Eneida "...me mandas que remueva un dolor..." inefable, inenarrable, inconfesable...soberbio, espléndido, estupendo. Miró la cubierta: Eneas, recostado, empieza a hablar; Dido lo acompaña con las manos. Y Julia sonrió... para nadie. Sonrisa silenciosa. Reflexiva. Del atardecer. Ah, se trataba de traducir. Por eso, de repente, había aparecido el viejo libro, tan lleno de cicatrices¡ Traducir. Traducir. Como los hexámetros. Tenía que traducir el dolor. ! Qué tonta¡ Y ahí tenía a la pobre Antoinette varada en el capítulo séptimo, en una estación, esperando...¡ Pues de momento ahí se quedaba. Tampoco quería hacerla esperar mucho pero... Julia cruzó las manos sobre su nuca y enderezó el cuerpo.
Pero qué perdidos he tenido los vientos¡ La que espera no es Antoinette: soy yo. Vaya...parece que he encontrado el principio de la traducción. Lo habré encontrado? No me lo puedo creer. Vamos a ver que sale..."Estación de Atocha. La una de la tarde. Me queda otra hora de espera...Llegará sobre las dos"
Mientras Julia escribe rodeada de silencio y de sombras, Antoinette mira la punta de sus botines en Gare Montparnasse. Un siglo antes.







4 comentarios:

  1. "Tenía que traducir el dolor"..me gusta.
    Un beso

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  2. "...demasiadas estaciones sin resolver...". También es una bonita frase.
    Nefer

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  3. Julia tenía perdidos los vientos?...Mándamela que la oriento.
    (Eres compleja...¿o me lo parece a mi?)
    :O)

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  4. Mi ex libris tiene un libro. Poco original, ya.

    Preciosa historia. Escribe usted deliciosamente. :)

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