sábado, enero 30

¿Y por qué no se cura?
Es sábado. Las diez de la noche. Y quiero deciros... que esta cicatriz de pirata no restaña: hoy, a estas horas, está en carne viva. Yo creía... pero no. Si me la pudiera amputar, lo haría a la vieja usanza, nada de anestesia, sólo un cuchillo entre los dientes. Para que nunca se me olvide el dolor. Qué pena, qué cansada estoy... y yo que nací para escribir poemas de amor y canciones de luna. Alguien de quien he respirado me diría "mira que eres dramática". Y el caso es que nadie mejor que ella conoce esta cicatriz de pirata sangrante.

domingo, enero 17

Hay cicatrices...y cicatrices de pirata. Yo quiero escribir sobre las cicatrices de pirata. Las que se suturan con hilo de bramante. Las que restañan al socaire del viento marino. Las que se curten con el sol y con la lluvia. Las cicatrices de pirata no se ocultan. Se aceptan. No tienen número ni remedios paliativos. Ni siquiera guardan la fecha ni el nombre de la batalla. Las cicatrices de pirata nos enseñan a levantar un palmo más la cabeza, a tirar los hombros hacia atrás, en fin, a andar erguidos. Yo os diría que es como el swing: una manera de entender la vida; una marca de la casa que hace que todos los piratas nos reconozcamos en cualquier mar, bajo cualquier cielo. La cicatriz de pirata pica cuando cambia el tiempo o el viento. Y nada más.
Los buenos piratas no se hacen en mares en calma. Los buenos piratas esperan el tornado, la tempestad con el miedo en los ojos. Y no pasa nada. Es lo más normal: la vida también se puede vivir con miedo; es necesario para que la soberbia no nos convierta en criaturas vulnerables. Sólo hay que aceptar lo que nos asusta y así podremos dar un paso temeroso, despacio. Suturar y restañar cada cicatriz de pirata.
(Dedicado a mi sicólogo. Hay mil maneras de explicar la vida. Las metáforas tambien sirven)

Victoria (Valdepeñas, enero 2010)

sábado, enero 16

Desde no sé qué galaxia.

Tu espalda mide

veinte besos sin respirar.

A lo mejor alguien

la puede recorrer en diecisiete.

Tu tiempo, seis meses

de puntos suspensivos.

Hoy,

con los ojos llenos de vapor,

te imagino desde muy lejos.

Desde no sé qué galaxia.

Miro el reloj:

la una de la madrugada.

Esta noche,

todavía convierto los años luz

en sucesiones milimétricas.

Y no soy maga.

Victoria (Valdepeñas, enero 2010)