viernes, diciembre 25
Era agua.
Y latía...
Latía en los años que pasé sin ti,
desprovista de todo,
de lo que fui
y de lo que soñé que sería.
Discurría desnuda
por el cauce que cada mañana,
como muros,
levantaba el silencio de la noche,
el miedo de vivir sola
en una cumbre ártica.
Y agua es, al fin, la que brilla en las horas
de los días que me quedan,
la que llena mi corazón
y lo vacía
para que cumpla la prescripción vital
de seguir viviendo,
de, aunque ya no viva, regalarte el latido
de lo que ahora sí soy.
Victoria. (Valdepeñas, 2008)
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¡Me encanta! Ya lo sabes, pero espero impaciente el cuento. Seguro que será maravilloso.
ResponderEliminarA mi también me ha encantado...
ResponderEliminarUn aplauso.